miércoles, 4 de noviembre de 2015

Interior Sagrada Familia, Barcelona, España.



Apocalipsis.

No sé qué extraño misticismo me azota hoy. Tengo deseos de rezar, de peregrinar hacia La Meca, de hacer un ayuno eterno hasta que la muerte sonría frente a mis ojos. Observo el crucifijo de madera que cuelga en la pared. Leo un pasaje de la enorme y pesada Biblia que me acompaña siempre sobre la mesa de luz. Me arrodillo y alzo la vista al techo blanco. Busco una señal, o al menos una mancha en la pintura que se asemeje a algo. No encuentro nada. Ni señal ni mancha. No hay dios ni humedad en aquel techo estúpido que me aplasta cada vez más. Qué vacío enorme siente mi alma cuando estás lejos.

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