domingo, 1 de noviembre de 2015

Jardines de La Alhambra, Granada, España.



Fragmento de "Ofelia (la foto que cambió mi vida)".
          Una pendiente interminable, no muy pronunciada, pero sí agotadora serpenteaba los inmensos jardines llenos de flores multicolores. El aroma del lugar era el de la naturaleza en su máxima pureza. El sonido del agua que corría por los canales lo acogían en una cálida paz. Llamó su atención la soledad en la que se encontraba en semejante paraje. El sol atravesaba con sus rayos las copas de los gigantescos árboles formando una especie de  calidoscopio etéreo y fantasmal. A lo lejos, llegó a sus oídos el sonido de una musiquita extraña, casi risueña. Intentó seguir el sonido pero se le hacía confuso orientarse entre tanto árbol y tanta flor. Siguió caminando, comprobando ahora sí, que la música estaba más cerca que antes. Salió del camino y se adentró entre la hierba. Se escondió detrás de un inmenso árbol con miedo a que lo descubran. Sabía que del otro lado del tronco que lo camuflaba estaba la respuesta a la música. Su respiración se agitó y comenzó a sudar. Al fin se animó a mirar. Inesperadamente un velo extraño delante de sus ojos filtraba la imagen sin dejarlo distinguir con precisión, aunque lo que veía le alcanzaba para darse cuenta de qué se trataba. Un hombre y una mujer, sentados en un banco de piedra, conversaban tomados de la mano. La música cesó al mismo tiempo que la mujer abrazaba al hombre. Ramiro hizo ruido y ambos, asustados, huyeron de la mano.

            -No, esperen… No les haré daño.- intentó decirles pero su voz fue como un gorgoteo. Las palabras le pesaron y todo se hizo más lento.

            Los vio alejarse rápidamente. Luego despertó.

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